Luis Jorge Montalvo Duarte
Algunas notas periodísticas han revivido el momento ocurrido hace ocho largos años. Alguien comentó que el pasado perseguiría a Rolando Zapata Bello, candidato del PRI al cuarto distrito electoral.
Era el verano de 2001, apenas pasadas las elecciones que darían un giro a la historia. Situémonos en los últimos días del gobierno de Víctor Cervera Pacheco, dos veces gobernador de Yucatán. El PRI había gobernado Yucatán más de 70 años en una dictadura de partido o “dictablanda”, como otros le habían llamado, pero estaba en inminente riesgo de perder también la mayoría calificada en el Congreso del Estado.
Ya todos sabíamos que el candidato de Víctor Cervera, el profesor Orlando Paredes Lara, había perdido la elección por la gubernatura del Estado. Por primera vez un partido diferente al PRI gobernaría Yucatán.
Para impedir que la oposición triunfante tuviese además el control absoluto del Congreso que le permitiese inclusive modificar la Constitución Política de Yucatán, era necesario, según la lógica del gobernador —“don Víctor”— impedirlo a toda costa.
El “trabajo” se lo encargó a dos diputados locales de su entera confianza. Al joven Rolando Zapata Bello y a Verónica Farjat Sánchez, ex alcaldesa tizimileña por el PRI (y hermana de Carlos Ariel, quien hoy es acusado de chantajear a alcaldes de partidos diferentes al de la gobernadora, con objeto de beneficiar electoralmente a Felipe Cervera Hernández, hijo del difunto jefe).
Los diputados Zapata Bello y Farjat secuestraron —en el célebre “bunker” que el gobernador Cervera tenía en la colonia Petronila— al presidente del Comité Distrital Electoral del X distrito, con cabecera en Tizimín, que ya se había declarado que ganó, también por primera vez en la historia, Lizbeth Medina, del PAN.
Al funcionario electoral distrital lo obligaron a ir de noche a la sede de la Comisión Electoral en esa población del oriente. Le exigieron abrir el local para permitirles alterar los paquetes electorales, cruzando doble unas 300 boletas electorales que habían sido votadas por el PAN, con el objetivo de anularlas, alterando también las actas y así darle la voltereta a los resultados para que “pareciera” que ganó el PRI.
Como las autoridades electorales sólo basan sus juicios en pruebas documentales, el Tribunal electoral despojó a Lizbeth Medina y a la mayoría de los votantes de ese distrito con cabecera tizimileña de ese triunfo. De nada sirvieron los alegatos de la candidata despojada y de su partido.
La “verdad jurídica” es que había “ganado” el PRI, gracias a la proeza de Rolando Zapata Bello, que hoy le pide el voto a los ciudadanos de Mérida, con todo el apoyo de la gobernadora del estado, sobrina del viejo cacique Cervera Pacheco. A él, Rolando Zapata le cumplió. Esto se supo porque el presidente de la Comisión Electoral Distrital —atemorizado y amedrentado— confesó a la prensa que él había permitido bajo amenaza que los mapaches electorales, comandados por Zapata Bello, entraran al recinto electoral a alterar la documentación pública y los votos que los sustentaban.
La historia es implacable: ¿puede pedir hoy el voto quien mostró en el pasado conductas delictivas contra el voto ciudadano? Los ciudadanos de Mérida habrán de tener la respuesta. El poder y los tribunales de entonces no castigaron a Rolando Zapata Bello. La única arma que tengo como ciudadano será no votar por él. Yo ya lo decidí así. No sé si a él le afectará la modestia de mi castigo, un voto, pero es lo que yo puedo hacer.
El 5 de julio castigaré a Rolando Zapata Bello con el único poder como persona común y corriente que tengo para castigar a un delincuente electoral que en aquel entonces quedó impune.— Mérida, Yucatán.
fuente: www.yucatan.com.mx
lunes, 20 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario