lunes, 4 de mayo de 2009

La juventud y su destino

Vicente Oria

Contaba un maestro de la juventud que en el Oriente le tendieron una trampa a un profeta. Uno de los tramposos llevaba escondida en sus manos una pequeña ave. Así le preguntó al profeta: Dime si lo que tengo en mi mano vive o muere.

Si el profeta decía que vivía, apretaría la mano y el ave estaría muerta. Al contrario si el profeta afirmaba que estaba muerta, abriría la mano y la dejaría volar. De cualquier manera pensaban exhibir al profeta como charlatán y farsante.

El profeta contestó: en tus manos está lo que ha de vivir o lo que habrá de morir. Luego el maestro sentenciaba ante los jóvenes el mensaje siguiente: "En las manos de la juventud se encuentra lo que ha de vivir o lo que ha de morir".

Efectivamente, por una ley social, la juventud tiene una misión en la vida: Es portadora del mecanismo renovador de la sociedad cuando cumple con su destino.

Los jóvenes representan lo nuevo dentro de ese conflicto vital de renovarse o morir. La vida es cambio y renovación; renovación y cambio. Esa es su única inconmovible verdad. Ciertamente en las manos de la juventud está lo que va a vivir o lo que va a morir dentro de ese conflicto de la vida social.

En sus manos también está su destino individual, su particular porvenir. Quien se realiza plenamente, dentro de la corriente vital de la transformación renovadora de su sociedad, cumple con su destino.

El joven es un ser cargado de destino, en la sociedad y en lo personal. Aquel que desperdicia su juventud no cumple con su destino. En la vida, que por si misma es conflicto y contradicción, destacan quienes mejor aprovechan su juventud. Acertadamente se ha dicho que quien pierde la mañana pierde la tarde y quien pierde su juventud desperdicia toda su vida.

Nuevas generaciones de mexicanos han llegado en gruesas oleadas a reclamar su derecho a vivir, a luchar por la vida misma, a buscar cómo cumplir con su destino.

Este violento surgimiento de los jóvenes plantea urgentes necesidades de revisión y renovación de nuestro sistema social. Frente a ese fenómeno los espíritus débiles tiemblan y protestan. Existe resistencia para aceptar los cambios que demanda el desarrollo social.
Un surgimiento tan vigoroso de juventud no es por si mismo un problema; pero sí le provoca al país necesidades de renovación.

El problema es el de reformar o adecuar las estructuras jurídicas, sociales y económicas, para incorporar ordenadamente a los millones de jóvenes al trabajo, al estudio, al deporte, a la recreación y en fin, a todo nuestro proceso económico, social y político.

Nuestra juventud representa una enorme riqueza si se le prepara, se le educa y se le sabe aprovechar. Dentro de la planeación de nuestro desarrollo es urgente elaborar una política acertada para incorporar a las nuevas generaciones a nuestro proceso de transformación.

A la juventud se le debe de considerar como una fuerza material y moral que debe participar en la renovación social y en la construcción de la nación.

La juventud, para que cumpla con su tarea, debe de prepararse; debe recoger el saber, los conocimientos acumulados a lo largo de más de 30 siglos de historia humana. Al mismo tiempo ha de entender política y socialmente los problemas de la nación. Para los jóvenes de México la hora presente es de trabajo, de estudio, de esfuerzo y de responsabilidad.

La presencia y la participación de los jóvenes en el quehacer nacional es oxígeno que mejora la salud de la nación. Acertadamente se ha dicho que creer en la juventud es creer en México.

La juventud está íntimamente ligada al porvenir de la nación. En las manos de la juventud se encuentra el porvenir del país, lo que ha de morir y lo que habrá de vivir.

Fuente: www.sipse.com

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